Y es que en los últimos tiempos la frase “buen vivir” se la
utiliza con una frecuencia, que en verdad impresiona, y es que este lema tan
marketeado y tan manipulado ha llegado prácticamente al oído del 100% de
ecuatorianos; son millones de dólares los que se han gastado en imprimir
textos, afiches, trípticos, publicidades radiales, televisivas y hasta
panfletos con miles de caracteres que esparcen este mal fundado concepto que
para quienes se cobijan por el oficialismo tal vez haya dejado de ser una utopía,
porque para el pueblo, los de a pie, los descamisados y desempleados que somos
miles, por no decir millones aun es una irrealidad.
El buen vivir del que tanto se habla es simplemente un modelo
neoliberal se proclama que todos debemos vivir en una jungla de cemento, en
donde todos tenemos que tener un vehículo, beber agua con gran cantidad de
cloro, que el agua que nos sobre se lleve nuestros desechos y que todos comamos
alimentos enlatados o empacados, que todos tengamos accesos a las selvas por
caminos encemetados y que todos tenemos que ser blancos, rubios y con un
apellido de abolengo para poder acceder a buenos salarios y a ser parte de esa
elite que en la actualidad únicamente está destinada a quienes alzan banderas,
aplauden, son sumisos y cómplices del oficialismo.
Según el modelo del “buen vivir” religiosamente promulgado
por los estamentos del estado en nuestro país, las costumbres, tradiciones y
hasta el conocimiento ancestral no importa porque por sobre cualquier interés de
conservar nuestra heredad ancestral, está el predominio de aquellos que manejan
los grandes contratos para costear la destrucción de nuestro medio ambiente
como en el caso del Yasuní, o como la selva de nuestra Amazonía, o la nefasta
destrucción de las fuentes de agua; ahora con el parapeto de un “buen vivir” se
están destruyendo nuestras selvas, las cordilleras, nuestros ríos y desalojándonos
hasta de nuestras tierras para dar cabida a la minería a gran escala, a la
explotación petrolera y entregar nuestros recursos a las potencias extranjeras,
representadas por grandes transnacionales, chinas, canadienses, etc.
Y es que este modelo de buen vivir se está olvidando de la
cultura, la biodiversidad y lo más desfavorable se está olvidando de la propia
gente, de ese Shuar que por cientos de años a habitado las selvas amazónicas en
donde sin necesidad de tener vías asfaltadas ha vivido feliz, sin necesidad de
un tanque de agua, ha tomado agua pura directamente recogida de las vertiente,
sin necesidad de un vehículo a recorrido cientos de kilómetros recolectando los
frutos de la madre tierra, sin electricidad a tenido luz del fuego y de la
luna, sin calefacción ha tenido un calor proporcionado por sus congéneres, sin
medios de comunicación ha hecho una vida en la que ha primado el profundo
respeto a la naturaleza, a su entorno, a su suelo que le ha dado la vida.
Y es que el “progreso” que ha llegado a con las carreteras
les ha traído la necesidad del dinero, y el dinero les ha traído destrucción. Si
destrucción por que se han visto en la necesidad de talar los bosques, de hacer
pequeña minería, de introducir alimentos y costumbres que son extraños
invitados para estos hombres y mujeres a los que ya se les ha corrompido con el
modelo primer mundista de que quien no tiene poder económico, no es exitoso en
este planeta, esta es la realidad de una política mal manejada, o es que acaso
aquel campesino que habita en los páramos de la serranía no es feliz haciendo
lo que él sabe hacer producir los campos, o tal vez es infeliz el montubio o el
pescador en las costas de nuestra patria; no, no son infelices porque ellos a
las medidas de sus posibilidades, alimentan a su familia y viven mejor en el
aspecto moral que la mayoría de citadinos, empleados públicos y hasta que
muchos políticos.
Es por esto con firme convicción que este proyecto debe
hacerse de acuerdo a cada una de las vivencias de cada pueblo, respetándose primero
sus creencias, su patrimonio cultural, su territorio, su entorno y principalmente
su medio ambiente y su forma de vida, no se puede construir viviendas de
cemento en la selva o en los páramos eso atenta contra las costumbres propias
de cada zona y denigra a las usanzas autóctonas, este modelo fallido del buen
vivir, tiene que dar un vuelco de 360 grados para que pase de ser un mensaje
politiquero a un beneficio para el pueblo.